Intervención temprana para el autismo

Las investigaciones demuestran que el diagnóstico precoz y las intervenciones para el autismo tienen más probabilidades de producir importantes efectos positivos a largo plazo sobre los síntomas y las aptitudes posteriores. En ocasiones, el autismo puede diagnosticarse en niños antes de que cumplan 2 años. Algunos niños con autismo cuyo desarrollo parece típico hasta ese momento empiezan a retroceder justo antes o en algún momento durante los 2 años de edad.

Los programas de intervención temprana suelen incluir: Formación familiar, Logopedia, Servicios para deficiencias auditivas, Fisioterapia, Servicios de nutrición...
Las intervenciones tempranas tienen lugar en la edad preescolar o antes, a partir de los 2 o 3 años. En este periodo, el cerebro de un niño pequeño todavía se está formando, lo que significa que es más «plástico» o cambiante que a edades más avanzadas. Debido a esta plasticidad, los tratamientos tienen más posibilidades de ser eficaces a largo plazo. Las intervenciones tempranas no sólo dan a los niños el mejor comienzo posible, sino también la mejor oportunidad de desarrollar todo su potencial. Cuanto antes reciba ayuda un niño, mayores serán sus posibilidades de aprendizaje y progreso. De hecho, directrices recientes sugieren iniciar una intervención integrada en el desarrollo y el comportamiento en cuanto se diagnostica o se sospecha seriamente la existencia de autismo.

Con una intervención temprana, algunos niños autistas progresan tanto que dejan de pertenecer al espectro autista cuando son mayores. Muchos de los niños que más tarde salen del espectro tienen algunas cosas en común: Diagnóstico y tratamiento a edades más tempranas, un cociente intelectual (CI, una medida de la capacidad de pensamiento) superior a la media para un niño con autismo, mejores habilidades lingüísticas y motoras...